El ordenador es el andamio del siglo
XXI: parida, genialidad, exabrupto, máxima...en cualquier
caso, para mi, algo valioso. Y digo valioso, no por su valor como
verdad ó por su tino, sino por las circunstancias en las que
fue parida: madrugada del lunes en las que los recuerdos de un
satisfactorio fin de semana aun humeaban cual choto reciente en mitad
de la nieve comenzando a mezclarse con las perspectivas siniestras de
la semana que venía para licuarse en un ajiaceite mental cuyo
principal defecto y virtud es mostrar la realidad recién
salida de la ducha, tan fría y tan en pelotas que asusta y es
posible que fruto de ese miedo, como vómito inmunitario,
imitando en cierto sentido al cuerpo que reacciona a algo
desconocido, surgió aquella idea.
Hace un par de siglos ó algo
menos, con aquello de la revolución industrial, las familias
de ocho o nueve hijos que se las veían y se las deseaban para
comer todos de un mísero terruño vieron en la capital
una oportunidad de oro para que sus hijos fueran a labrarse un
futuro, a ser hombres de provecho, ó bestias de carga como más
bien se les percibía desde la ciudad: mano de obra robusta
capaz de trabajar hasta la extenuación por cuatro cochinas
monedas, bien echando paladas de carbón a los monstruosos
ingenios ó construyendo factorías, oficinas,
edificios...cargando palés de ladrillos...vamos un lujazo que
compensaban parcialmente cuando después de treinta años
podían granjearse una cafetera con ruedas con la que ir a
fardar al pueblo, para que por lo menos otros vean riqueza en su
miseria. ¡Madre mía! ¿A quién le podía
importar lo que les pasara a esos animales? ¡Si no hacen más
que venir de todos los agujeros de la campiña para mendigar un
trabajo! Vamos, que si uno se parte en dos habrá cuatro que se
peguen por ocupar su lugar, la leche.
Y así, a golpe de látigos
(unas veces el látigo de la necesidad y otras el siniestro
látigo del progreso) se construyo buena parte de esta
maravillosa Europa en la que hoy vivimos con sus palacios, sus
fábricas, sus oficinas, sus cadalsos...Pero afortunadamente
alguien se cansó de que el mismo ó sus hijos hicieran
de de mula de carga y decidió plantar cara a esta situación
consiguiendo, tras muchos denuedos, que aquellos hermanos suyos que
antaño vivían a cuatro patas pudieran erguirse y
recuperar sus formas y derechos humanos.
Años después de todo
esto, ya en la época que el barro cocido iba dejando su lugar
a los unos y los ceros como pegamento que une las moléculas de
la civilización, ocurrió que un señor se levantó
un buen día después de una opípara cena, este
señor después de dar cuenta de un no menos opíparo
desayuno, se fue como de costumbre a pasear al parque cercano a su
(efectivamente) opulenta casa y pensó en como podía
mantener su magnífico tren de vida y al mismo tiempo rascarse
los huevos, ó dicho de una manera aun menos políticamente
correcta como puedo hacer que los demás curren por mi mientras
yo vivo a cuerpo de rey; claro...los tiempos han cambiado, mangonear
a la gente ya no es tan fácil como antaño, no obstante,
estaba claro que aquel plan maestro tenía que girar en torno
al combustible de la nueva sociedad: los unos y los ceros y (siguió
pensando) para asentar mi imperio (estas grandes mentes encerradas en
cuerpos obesos piensan a gran escala) habría que adoptar un
modelo tradicional de negocio y...¿cual es el negocio que
desde hace milenios sigue funcionando como el primer día?
Justamente la prostitución: tú te abres de piernas ante
todo el que esté dispuesto a pagar por ello, me das todo lo
que consigas y a cambio te doy una limosna y “protección”:
nota mental:”Conceptos abstractos, intangibles e incluso
inexistentes son rimbombantes e inflaman los ánimos de las
masas”. ¡El gordo se las sabía todas! y un lobo con
piel de oveja (ó una nueva forma de explotación con
piel de trabajo digno) se cernía sobre las primeras hornadas
de informáticos imberbes y con gallos en la voz: la
Consultoría estaba en marcha.
Ahí estaban, las bases asentadas
y las aristas y bordes cortantes redondeados: “no les pongáis
yugos, ponedles corbatas”, “no les pongáis camisetas
sucias sino camisa, traje y zapatos”, “no les deis paletas y
gavetas, sino ordenadores portátiles”, “no les tratéis
como bestias, haced que se crean algo”, pero todo es cartón
piedra, pura tramoya detrás del cual se camufla la realidad
“trabajarán hacinados”, “encorvados sobre sus
portátiles, sin levantar la cabeza de la pantalla”, “las
horas del contrato serán algo orientativo, trabajarán
lo que el proyecto exija”, “fechas de entrega absurdas, objetivos
imposibles”, “azucarillos ocasionales para que no se les ocurra
encabritarse”...y así desfilan por las calles de las
ciudades, con sus corbatas, sus contracturas, su obesidad
físicomental y sus portátiles los nuevos paletas del
siglo XXI, siendo el pavimento sobre el que pisan aquel gordo y sus
amigos y esperando sin saberlo un Mesías que les saque de su
inconsciente miseria.